A veces, la mejor imagen de un escritor no la encontramos ni en su obra, ni en esa vida pública consecuente a esa obra, sino en ciertos detalles, ciertos hechos aislados de su existencia.
Pienso en Ezra Pound, un poeta tan controvertido, hoy en día más famoso por los excesos tanto de su obra literaria como de su ideología filofacista que plasmó en panfletos y propagandas radiofónicas en la época de Mussolini, lo que le costó la cárcel y una de las más grandes humillaciones que jamás haya recibido algún poeta en la historia de este loco,loco mundo.
El escritor irlandés W. B. Yeats, al coincidir con Pound en Rapallo(1928), escribió sobre la pasión de éste último por los gatos de aquella ciudad que emergían de los callejones oscuros cuando Pound se acercaba y vaciaba sus bolsillos de carne y huesos de pollo. Los gatos, según Yeats, pertenecían a las clases oprimidas y, de cierto modo, Ezra Pound se comportaba como un revolucionario.
Ernest Hemingway, en "París era una fiesta", también elogió la bondad y el altruísmo del genio de Idaho."Cualquiera entre los poetas de este siglo-dijo una vez el autor de El Viejo y el Mar- que no admita que ha aprendido mucho de Pound, merece nuestra piedad." William Carlos Williams y Thomas S. Elliot también lo defendieron con firmeza durante el juicio que lo condenó definitivamente al ostracismo, acusado de alta traición a su país natal: Estados Unidos.
Al final de su vida ya no era aquel poeta dandy y erudito de su juventud cuando creó junto a Hilda Dolittle el imaginismo, ya no era el "revolucionario" que luchaba contra la opresión de los gatos, ni el fustigador de los usureros, ni el traductor de Confucio y de tantos poetas chinos de la antigüedad. "No, ya no trabajo...Me he convertido en un iletrado y en un analfabeto."dijo en una de sus últimas entrevistas. Al menos murió en la ciudad de la cual se enamoró perdidamente en su infancia: Venecia .